Desfilan otra vez los militares
Von Peter WolterLa humanidad no podrá olvidar jamás que en ningún país del mundo se ha sufrido tanto como en aquellos que fueron sometidos a la barbarie de las hordas fascistas alemanas donde murieron aproximadamente 55 millones de seres humanos. Quedarán para siempre en nuestras memorias nombres como Auschwitz, Dachau o Mauthausen, donde millones de judíos de toda Europa fueron brutalmente asesinados. Con alguna razón nombra Fidel Castro en el libro de Ignacio Ramonet Cien horas con Fidel las »tradiciones bélicas« alemanas1.
No obstante es necesario recalcar que también hubo numerosas personas que no sólo rechazaron hacerse partícipe de estas atrocidades, sino que decidieron luchar contra el fascismo alemán. Socialistas alemanes como Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, fundadores del Partido Comunista Alemán, perdieron sus vidas en esta lucha, pero quedaron para la historia como un ejemplo vivo de rebeldía nacional contra la Alemania Fascista.
Pocos años después de terminada la Primera Guerra mundial la historia se repite. Apoyada por la industria y una gran parte de la oligarquía de este país Alemania se dirige a una nueva guerra de conquistas. Otra vez son los comunistas los que se rebelan. Ya el secretario general del Partido Comunista Ernst Thälmann sentenciaba: »Quien vota por Hitler, vota por la guerra«.
Después de la toma del poder por Hitler en 1933, fueron en primera línea los comunistas, los que se organizaron, con pancartas, realizando actos de sabotaje e informando a la opinión pública sobre el peligro que se avecinaba. A ellos se unieron también muchos cristianos, socialdemócratas y ciudadanos sin ningún interés político.
Comenzó la guerra, como anunció Thälmann. Fue la guerra más cruel y brutal que haya vivido Europa en toda su historia El 8 de mayo de 1945 la Unión Soviética derrota a la Alemania Fascista y los nazis son obligados a capitular incondicionalmente.
Con la creación de la República Federal Alemana (RFA) surge entonces el siguiente estado fascista Alemán contando con todo el apoyo del gobierno imperialista de los EE.UU. y de los países de Europa Occidental.
Puestos estratégicos del nuevo gobierno fueron ocupados por políticos y funcionarios del antiguo gobierno de Hitler, así como también los servicios de inteligencia, la policía y la justicia. En estas fuerzas todavía perduraban con gran influencia los sentimientos de venganza y de revancha por la guerra perdida.
Es así que en los años cincuenta Alemania fue escenario de grandes protestas guiadas por comunistas y pacifistas alemanes contra las tendencias neofascistas dentro del gobierno y de las Fuerzas Armadas de Alemania. Son los socialdemócratas los que nuevamente tratan de boicotear y frenar las mismas.
Hoy ya casi nadie se acuerda en Alemania de que fue el Parlamento Alemán el que a finales de los años cincuenta firmó el primer acuerdo sobre las armas nucleares. Esta decisión se convirtió en una pesadilla para la humanidad: la bomba atómica en manos de políticos alemanes de derecha, los mismos que jamás hubieran actuado en contra del naciente fascismo alemán.
En la parte de Alemania oriental surge un estado de nuevo tipo, la República Democrática Alemana (RDA). El mismo fue creado por aquellos que habían luchado contra el fascismo, los que habían sido liberados de las cárceles y campos de concentración por el Ejército Rojo. La tarea fundamental de este estrado consistió en preservar la paz. Pero para lograr este objetivo tuvo que crear su propio ejército para defenderse de las tendencias agresivas y militaristas de la Alemania Federal.
En 1990, con la desaparición de la Unión Soviética y debido a los errores cometidos por el propio gobierno, desaparece también la RDA. El ejército popular de la RDA fue el único que jamás participó en guerra alguna, ni agredió a ningún otro país.
Con la desaparición de la Unión Soviética y de la RDA los gobiernos guerreritas de occidente tuvieron todas las posibilidades para desarrollar su industria bélica.
En primer lugar fue EE.UU., el país que en el 1991 y con el apoyo político y logístico de Alemania, entre otros países, inició la guerra genocida contra el pueblo iraquí. A esta guerra le siguieron las guerras en los Balcanes – preparada y ejecutada por Alemania, la cual participaba por tercera vez en una guerra en esta región en el siglo XX. Por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial participaban alemanes en una guerra, en la guerra contra el pueblo Serbio. Desde que la RDA dejó de existir los militares alemanes tienen toda libertad para desarrollar sus tendencias belicistas. No solo en Serbia sino también en Macedonia, en Kosovo, en Somalia, en el Sudán, en la costa libanesa, en África y en Afganistán participan hoy soldados alemanes. Para este año está planificado el envío de tanques y de material bélico pesado. Todo esto se lleva a cabo con el objetivo de conservar la seguridad por una parte y de ampliar la influencia de la industria alemana en esas regiones. Por otra parte se trata de hacer creer al pueblo que estas intervenciones militares tienen un carácter humanitario.
Esta forma de militarización en el exterior se repite en el interior. Desplegar tropas en el interior está prohibido según la Constitución alemana, pero el partido conservador de la canciller Angela Merkel hace de las tropas un factor interior. La intención se ha vislumbrado pronto: desde la destrucción de la RDA se acortaron los sueldos, las rentas, el sistema sanitario y el sistema educativo. Se han elevado las ganancias de los ricos y ha prosperado el paro obrero, gran parte del pueblo alemán vive en la miseria, aunque las fuentes oficiales lo desmienten.
La manifestación contra esta política ha surgido y crece. El número de huelgas se ha incrementado, las protestas contra el recorte de las leyes sociales son abundantes. Los burgueses alemanes saben muy bien a dónde puede llevar este camino: a una huelga general y a un refuerzo del movimiento socialista. Para parar este movimiento y aplastar el crecimiento de una segunda RDA no hay suficientes policías. Por eso el Ministro del Interior prueba por todos los medios, hasta mediante el Tribunal supremo, instalar fuerzas militares en el interior.
1 Cien horas con Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet, La Habana 2006, p. 564.
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